El malestar en la cultura y la subjetividad como construcción de hegemonía.
El
malestar, diagnóstico del individuo versus estructura social.
Ignoro si de manera premeditada, pero el “malestar en la cultura”
sin duda abona a uno de los debates más conocidos en las ciencias sociales, o
por lo menos dentro del panorama histórico de la sociología, donde se trata de
poner en la balanza el peso del individuo en contra de la estructura como forma
por la cual se desarrolla y se da composición a la vida en sociedad, cuestión
de la cual no se encuentran exentos los teóricos clásicos ni mucho menos las
distintas posiciones ideológicas.
De esta manera encontramos la existencia
de dos discursos encontrados: aquél que nos habla de que la sociedad se
reproduce constantemente a partir de los individuos, y como contraparte, la que
nos habla del accionar de los sujetos ciertamente, pero dentro de marcos
estructurales fijados a partir de concepciones acerca del funcionamiento de la
vida que se crean y recrean constantemente como parte de la tarea que se les ha
asignado a los intelectuales dentro de lo que se conoce como la división social
del trabajo.
Sin temor a equivocarme la tesis de Freud
en esta obra se encuentra en la segunda línea discursiva, es decir, que si bien
la estructura no determina, sí condiciona el accionar cotidiano de la
singularidad, además de restringir ciertas pulsiones específicas (de vida y
muerte) con las cuáles ejemplifica el propio autor, generando así el malestar
de los sujetos insertos dentro la cultura, el malestar como síntoma de los
sujetos que se reconocen cediendo parte de sí mismos o la búsqueda de sí en
aras de sostener su carácter gregario.
Personalmente soy de la idea de que las
esferas micro y macro convergen, sin embargo, creo que la subjetividad se gesta
a partir de las ideas hegemónicas de cada momento, es decir aparece como
característica típica de los sujetos en momentos dados de la historia, donde si
bien la cultura desde la perspectiva de Freud es más amplia que el mero
economicismo también creo que las ideas que dan composición a estas
subjetividades históricas se encuentran ampliamente vinculadas como medio para
sostener a un modo de producción concreto dada la prioridad que se trata con
las necesidades que se resuelven en la esfera económica, por lo cual hablar de
subjetividad en el marco del debate micro-macro es fundamentalmente es
ideológico.
De esta manera, me gustaría orientar las
ideas del malestar en la cultura hacia un territorio en el cual si bien parece
haber atisbos, tampoco abandonan el campo de lo teórico y lo abstracto para
pasar a situaciones donde a priori el malestar se manifiesta, y como he
adelantado trataré de expresar mi interpretación y comprensión de la obra desde
el debate micro-macro y la subjetividad de carácter histórico en el marco de
las relaciones de producción.
Eros
y civilización, aportes a la obra de Freud en términos históricos.
Hablar de la cultura es hablar acerca de
todo aquello que la humanidad haya edificado para convivir en sociedad. Es
decir, es bastante amplio, sin embargo, al referir a las sociedades
contemporáneas resulta ineludible hacer referencia a la modernidad, pero más
específicamente al capitalismo. Esto último es fundamental a mi parecer, porque
nos orienta y nos otorga márgenes para diferenciar los tipos de subjetividad
posibles y cómo dichas formas sirven como instrumentos para el desarrollo de un
modo de producción, hablar pues de la cultura y el malestar que en ella habita
no se puede tratar con univocidad.
Así pues, en “Eros y civilización”, Marcuse
realiza una serie de aportes que ayudan a concretar parte de las ideas que
vieron la luz en el malestar de la cultura. De acuerdo con mi percepción, en
tal texto el integrante de la escuela de Frankfurt abona en demostrar cómo las
restricciones que la cultura impone en el sujeto no únicamente sirven para
facilitar la vida humana ante las inclemencias de la naturaleza, sino que en la
cultura han emergido construcciones de orden histórico en aras de salvaguardar
un modo de producción, se trata de aquella parte de la cultura que a través de
construcciones sociales ha servido para establecer y sostener un sistema de
clases.
A modo de paréntesis, hago hincapié en la
vinculación existente entre la cultura y los modos de producción debido a que
considero que para los fines del curso que son el tratar de realizar
acercamientos a las formas de subjetividad en la sociedad contemporánea, ante
ello considero que la estructura económica comanda los esfuerzos por idear
dichas formas en aras de perpetuar los fines expansionistas y reproductivos del
capital como rasgo por antonomasia de la sociedad actual.
“En
su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz,
sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que
mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente
en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí” (Marx, 1968) .
Espero no estar desatinado, la cita
anterior que apareció en los manuscritos de economía y filosofía brinda un
horizonte respecto a cómo se sustituye el principio de placer por el principio
de realidad, donde las pulsiones y toda aquella actividad de la cual se espera
se genere algún tipo de goce tiene que esperar en el mejor de los casos, o en
otros tiene que suprimirse, esto para dar paso a la satisfacción de necesidades
como son las elementales para la subsistencia. Ahora, cuando se trata del
trabajo como actividad enajenada, o mejor dicho, de la cual lo producido en el
trabajo le es enajenado al trabajador profundiza la crisis psicológica de las
personas, es a esto último justamente a donde se orienta la cita de Marx me
parece.
En ese sentido, Marcuse abona a mostrar
ejemplos de cómo el malestar y la restricción a las pulsiones (poniendo énfasis
en la de corte libidinal) se produce y es dirigido de ciertas formas específicas
dentro de formas de organización social concretas, en este caso se trata de una
sociedad industrial dentro del marco del capitalismo.
Entonces, referir a la subjetividad dentro
de un período histórico determinado se encuentra estrechamente ligado a la
difusión y apropiación de modelos de comportamiento y representación con la
finalidad de compartir una concepción de vida favorable al modo de producción y
las relaciones sociales fundamentales en tal bloque histórico. Partiendo de
esto último, podríamos afirmar que un rasgo del malestar en la sociedad
capitalista indudablemente se origina en la enajenación que vuelve factible al
propio modelo económico y que se encuentra sustentado en la serie de
instituciones, reglas, restricciones, sanciones y demás construcciones sociales
creadas para salvaguardar el dominio de un sector social sobre otros.
Freud;
la subjetividad y el malestar en otras tradiciones de la teoría social.
Para comprender el complejo de formas de
edificaciones sociales mediante las que se pueden comprender las vías por las
cuales se acata a la cultura hegemónica resulta insoslayable echar un vistazo a
otras escuelas o tradiciones teóricas de la ciencia social. Una de ellas, a
pesar de que a algunos de sus exponentes más conocidos se les señala por sus
orientaciones ideológicas precisamente dirigidas hacia los poderes establecidos
en el contexto en que se consolido fue el estructural funcionalismo.
Si bien el malestar se manifiesta cuando
los intereses individuales van a contraflujo del momento social dominante,
también es cierto que el propio malestar confluye o mejor dicho, alterna
episodios con momentos de acuerdo dada la satisfacción de los deseos personales
y sociales.
Ello ha sido objeto de estudio de diversas
tradiciones teóricas, pero dentro del propio estructural funcionalismo se
abordaron los momentos arriba mencionados respecto a la presencia del malestar
y los medios de que se sirve la estructura para atenuarlo.
El malestar se afronta desde el sujeto de
diversas maneras, es decir, que cuando los intereses y/o deseos singulares no
concuerdan con los de la estructura esta última se impone de diversas manera
desde las más duras hasta otras aparente más suaves (digo aparente dado que
implica un mayor desarrollo de la interiorización de los intereses
estructurales en el sujeto). El tipo de sanciones van desde la imposición
de una serie de valores, intereses o
demandas particulares dominantes en un momento histórico mediante instituciones
jurídicas e incluso mediante vías autoritarias, pero también está aquél tipo de
sanciones en las que es el propio sujeto el que inhibe los esfuerzos por
materializar sus deseos dada la falta de aprobación, sentimiento de vergüenza,
incluso el miedo hacia los señalamientos morales, estos últimos como modos
manifiestos del poder en la estructura social por la vía de la propia cultura.
Otro marco conceptual de la forma en que
se impone la cultura es mediante la categoría de la hegemonía (en la acepción de Gramsci), incluso me parece más precisa dados los intereses que persigo en
el presente texto, pues tal categoría se encuentra enraizada en la imposición
de los intereses de una clase social sobre el resto de la sociedad en aras de
mantener vigente la materialización de los intereses de ese sector dominante
justamente mediante la cultura.
En la hegemonía el malestar adquiere
formas muy peculiares pues no parece aparecer de manera muy explícita, en ella
los sujetos avalan una descripción sobre el funcionamiento de la vida social
influidos ampliamente por líderes que difunden una concepción de vida con el
afán de volver públicos una serie de intereses particulares, es decir,
conseguir el consenso social sobre los intereses materiales del grupo
dominante. En los sistemas hegemónicos el malestar hace su aparición pero
difícilmente encuentra respuestas acerca de sus causas, al respecto me parece
se vuelven necesarias las actividades de pedagogía política que doten de
herramientas contrahegemónicas en donde el malestar, por lo menos aquél que se
origina por la desigualdad propia de la estructura económica del capital pueda
ser contrarrestado permitiendo el desarrollo de formas de existencia que
permitan desarrollar experiencias desde la perspectiva de los múltiples
intereses de los sujetos que beneficien concretar los deseos personales siempre
y cuando no atenten contra el carácter gregario de la humanidad.
El malestar en nuestros
días ¿se sigue manifestando a través de restricciones?
Resulta pertinente realizar la pregunta
anterior toda vez que hoy día parece haberse vuelto un paradigma la existencia
del tipo de sujeto que se encuentra en todo momento activo, como señala Byung
Chul Han. ¿Será entonces que hemos pasado del superyó restrictivo al del goce?
El planteamiento de la presente pregunta
reúne los elementos abordados en la parte del texto que le antecede. De la
concepción del malestar como manifestación debida a las restricciones que la
cultura impone sobre el individuo pasamos al malestar que se manifiesta en un
contexto en el cual el goce incesante parece ser un rasgo característico de la
sociedad actual que tiene en las prácticas de consumo una de sus cualidades que
distinguen a la subjetividad de nuestros días.
Personalmente no considero que exista una
sustitución de las restricciones y/o regulaciones por el goce, de hecho me
parece que ambos elementos son fuente para que emerja el malestar en la
actualidad, es decir, que a la serie de regulaciones sobre las pulsiones de
vida y muerte se suma el goce como fuente de malestar.
Tal vez surja la pregunta acerca de ¿cómo
es que el goce produzca malestar? Y ciertamente pudiese parecer contradictorio,
sin embargo, a propósito de la hegemonía, la emulación y apropiación de la
mayoría de la sociedad hacia las prácticas de un sector social específico es
que surge el goce como modelo de subjetividad hegemónico. Para ello ejemplifico
con las prácticas de consumo como una de las vías más difundidas para obtener
el goce, así el goce en la medida que aparece paralelamente también surge el
malestar pues consiste en una práctica continua por lo cual el goce aparece de
manera parcial, y en la medida que no se satisface de manera plena realiza su
aparición el malestar, vivimos en un contexto en que la idea de adquirir cada
vez más se vuelve inalcanzable, ahí una de las causas del malestar en la
cultura en nuestros días.
Referencias
Byung-Chul
Han (2012). La sociedad del cansancio. Buenos aires: Herder.
Freud,
S. (2017). El malestar en la cultura. Madrid: Akal.
Marcuse, H. (2010). Eros y civilización. México: Planeta.
Marx, K. (1968). Manuscritos filosóficos económicos.
Madrid: Alianza.
Comentarios
Publicar un comentario